Cueva de Los Casares

      Comentarios desactivados en Cueva de Los Casares
Spread the love

Riba de Saelices
Muy cerca de Sacecorbo, al amparo de la torre y la cueva de Los Casares de estableció en el siglo X una comunidad de campesinos y soldados musulmanes que levantó un poblado de 3 hectáreas de extensión. Las casas se construyeron con cimientos de mampostería en seco apoyadas directamente sobre la roca. La cueva serviría como refugio en caso de peligro y para encerrar el ganado.

Los Casares es posiblemente la cueva más representativa, por ambiente, yacimiento y manifestaciones artísticas, de la Meseta castellana, y además es, junto con la de La Hoz.

Se trata de uno de los lugares con arte rupestre paleolítico más importantes del centro de la península Ibérica, con ocupaciones correspondientes al Paleolítico Medio y Superior, Calcolítico y Alta Edad media. Las representaciones artísticas corresponden a un periodo comprendido entre 14.000 y 10.000 años antes de la actualidad, en el Paleolítico Superior.

Los grabados de Los Casares fueron descubiertos en 1933 por el maestro del pueblo Rufo Ramírez y su hermano. Ellos reconocieron su ignorancia en Arqueología y pronto acudieron a uno de los mejores arqueólogos de su tiempo: Juan Cabré Aguiló. El y su hija Encarnación trabajaron juntos en las dos primeras publicaciones sobre la cueva, de 1935 y 1940.

Declarada Monumento Nacional desde el 18 de septiembre de 1935, la Cueva de los Casares contiene sobre sus paredes una serie de grabados del Paleolítico que la convierten en el yacimiento de arte rupestre más importante del interior de la Península Ibérica.

Sus primeros investigadores, los arqueólogos Juan Cabré Aguiló y su hija Encarnación Cabré Herreros, descubrieron y dieron a conocer más de un centenar de figuras en distintas publicaciones científicas, algunas de carácter internacional.

Nadador

Este gran descubrimiento tuvo fuertes resonancias nacionales e internacionales. Revistas científicas notables publicaron artículos sobre la cueva, escritos por Cabré y otros arqueólogos: Kühn, Obermaier, etc…

Breuil visitó la cueva pronto, pero él tenía otras ideas sobre la cronología y el significado de los grabados. Los diferentes puntos de vista de Breuil y de Cabré no sólo aludían a las representaciones animalísticas y antropomórficas de Los Casares, sino también a otros grabados y pinturas muy importantes de la Prehistoria peninsular española, muchos de los cuales fueron descubiertos por Cabré, como por ejemplo las pinturas rupestres del Levante español.

El Abate Breuil vio en todas las representaciones prehistóricas españolas únicamente una extensión del Paleolítico franco-cantábrico. Sin embargo, Cabré atribuyó a las pinturas del Levante español un carácter autóctono, así como otra cronología, más tardía y en ningún caso paleolítica. Y a los grabados antropomórficos de Los Casares, ubicables cronológicamente en un primitivísimo estadio del Paleolítico Superior, les imputó un carácter especialmente singular. Las investigaciones subsiguientes le darían totalmente la razón.

La cueva, dividida por Cabré en tres estancias fundamentales, senos A, E y C, desde la entrada hasta el interior más profundo descrito, ha recibido cronologias variopintas, comenzando por la de Cabré, que asignaba sus representaciones a los períodos Auriflaciense, Solutrense y Magdaleniense Inferior.

Estos grabados han sido objeto de la atención de los más reconocidos investigadores internacionales sobre Prehistoria, que han establecido edades de entre 30.000 y 15.000 años de antigüedad para su ejecución.

Investigadores trabajando en el interior de la Cueva.

La escasez de este tipo de representaciones en la Meseta Ibérica y la complejidad que reúnen, motivan que hayan sido la base para nuevas propuestas científicas sobre la evolución del arte paleolítico, despertando interesantes debates sobre la capacidad y audacia artística de los primeros pobladores de la Comarca de Molina de Aragón.

Entre las representaciones de la cueva destacan, por un lado, las de fauna, entre las que sobresalen varias especies como el rinoceronte, el ciervo, el caballo, el glotón y los peces realizados con gran naturismo; y por otro las representaciones humanas en diferentes actitudes, unas de la vida cotidiana y otras de difícil interpretación.

Es especialmente interesante una controvertida escena, que algunos investigadores consideran la primera representación de una ceremonia de ritual sexual o hierogamia, encontrada en España.

Para visitar la cueva contactar con la Asociación de Amigos del Museo de Molina, llamando al teléfono 949 831102.

El número total de grabados y pinturas es aproximadamente de 168, contando animales, antropomorfos e ideomorfos (vulvas, penes, tectiformes, puntos, flechas, manchas, etc…). Este conjunto de figuras da lugar a 28 escenas significativas.

 

 

Rinoceronte Lanudo grabado en el Seno C.

Muchas otras cuevas con representaciones paleolíticas y arte mueble han hecho su aparición en la meseta castellana. ( la cueva de La Griega, la placa de Villalba, los grabados al aire libre de Siega Verde, la cueva de Maltravieso, etc…) y en el Sur ( las cuevas de La Pileta, con más de 1.000 piezas de arte mueble, Nerja, Carigüela y otras ). En muchas, al igual que en Los Casares, podemos encontrar un gran número de representaciones solutrenses. Todo ello nos induce a pensar que probablemente hubo grandes migraciones desde África hacia la Península Ibérica en este período.

Es esencial para comprender la naturaleza religiosa de la cueva percatarse de la existencia de sendas liebres al comienzo y al final respectivamente de la parte de la cueva conteniendo grabados. Las liebres protegen el área sagrada contra los malos espíritus. Si en un primer análisis eliminamos los signos aislados carentes de un significado claro, distinguimos 90 zoomorfos y 19 antropomorfos incuestionables.

Asociación de équido y antropoformo del Seno A.

Las escenas fundamentales se encuentran en las tres grandes cavidades de la cueva, pero hay también pequeñas escenas interesantes en los pasillos que unen las cavidades. No disponemos de espacio en este breve artículo para describir con detalle todas y cada una de las figuras de esta riquísima cueva. Pero ya que hemos descrito, aunque muy brevemente, algunos de los importantes grabados de animales, procederemos ahora a escribir algunas líneas sobre tres importantes escenas de antropomorfos. En dichas escenas los antropomorfos aparecen con animales, máscaras de animales y signos (vulvas y penes).

En el seno A podemos encontrar la escena más importante de la cueva y posiblemente la más importante secuencia de grabados de antropomorfos de todo el arte rupestre paleolítico conocido. No poseemos la «Piedra Rossetta» que nos traduzca este primer esbozo de lenguaje de hace 20.000 años, pero aún así podemos hacer una descripción lo más exacta posible y una breve interpretación de la escena.

Hay también otra escena muy interesante de antropomorfos en la cavidad B: Un antropomorfo alargado (¿una mujer?) mueve sus brazos de tal modo que nos recuerda la forma de mecer a un niño. En el suelo gatea un niño, que tiene una cabeza redonda y desproporcionadamente grande (¿hidrocefalia o máscara?).

 


Otra importante escena de antropomorfos está grabada en una gran hornacina a la entrada del seno C: Un antropomorfo grande con una máscara está bailando o huyendo de otro antropomorfo que se encuentra grabado a su espalda y cuyo enorme pene incircunciso se dirige hacia una vulva. Este peculiar par de antropomorfos está a la entrada de una cavidad, la C, que posee una multitud de grabados de animales. En esta cavidad también podemos contemplar una cópula de una pareja de animales, aparentemente caballo y yegu.

En otro grabado de la Cueva de los Casares (Riba de Saelices,
Guadalajara) un mamut (Cabré, 1940-1941; 1934) introduce una
de sus formidables defensas en el sexo de una mujer embarazada, a
la vez que un antropomorfo con cabeza de ave copula con la dama
mediante un desproporcionado y gigantesco falo que introduce en
el vientre abultado de su compañera. Ambos seres humanos miran
al mamut, sobre todo el varón, quien gira su cabeza de pájaro hacia
el peludo mamífero (Jordá, 1983). Es decir, en esta compleja escena
se entiende que la fertilidad humana, en especial la femenina, y la
animal están en sintonía y concordancia; y que mutuamente se esti-
mulan